Uno, que va teniendo ya una edad,
no puede dejar de caer en el error de señalarles a los jóvenes lo que tienen
que hacer de tal modo que les digo: no hagáis caso alguno a los veteranos como
yo que dan consejos. La necesidad para la que nació Podemos es la de crear espacios
políticos al margen del juego de partidos que se instituyó en la transición, juego que recientemente ha devenido en un evidente fracaso.
No es que la transición careciera de buenas intenciones e incluso que jugara un
papel que la historia irá analizando en sus aciertos y sus errores, pero uno
tiene la opinión de que aquel sistema se encaminó al fracaso cuando políticos
como Alfonso Guerra, cuya misión era lograr un cambio real en las reglas del
juego, se hicieron con una cuota enorme de poder y se dedicaron a la ardua
tarea de monopolizarlo sin que la sociedad civil tuviera la más mínima
oportunidad de manejar lo público. Por eso, ahora de lo que se trata, según mi
dogmática opinión, es de devolverle a la sociedad civil todo lo que se le robó,
(tarea tan titánica que ni nuestros superhéroes de la infancia serían capaces
de llevar a cabo), o al menos de recuperar su capacidad de decisión, que es la
base de toda la manipulación a la que ha sido sometida y que nos ha llevado a
la situación por todos conocida.
De lo que se trataría, en mi
particular forma de ver las cosas, sería de recuperar espacios de decisión que
permitan la participación ciudadana en los temas públicos, que como tales, son
temas de todos, no de los políticos profesionales. En cuanto que podamos
recuperar esos espacios, estaremos en la buena dirección. Existe una especie de
ansiedad en los jóvenes que empiezan a recuperar la participación política que consiste
en la urgencia de hacer algo. Esa ansiedad se la han creado viejos astutos que,
ante las claras manifestaciones democráticas de éstos, les retan continuamente
a eso: es muy fácil protestar, pero hay que hacer algo ¡A ver si sois capaces
de articular políticamente esta protesta! Es el grito que les dirigen
todos los días a todos aquellos que vivieron con esperanzada emoción los días
del 15-M. A ello hay que contestarles que no se puede arreglar en unos meses lo
que las generaciones mayores llevan años cargándose. Como dijo ese genio del
pensamiento político que es nuestro Presidente del Gobierno: hay
que hacer lo que hay que hacer y hacerlo como dios manda. El camino ya
se ha encontrado. Se han dado pasos en la buena dirección. Primero fue la
magnífica labor de la PAH que los compañeros de Ada Colau emprendieron. No sólo
por los miles de desahucios que han conseguido paralizar, sino porque supieron
llevar a la gente con problemas un mensaje que se puede resumir así: vosotros
no tenéis la culpa de nada y si solos no podéis luchar, entre todos pararemos
esta absurda injusticia. Luego vino la gente sencilla de Burgos, la
clase trabajadora de la ciudad, del barrio de El Gamonal, que dijeron algo como:
ya
está bien de negocios turbios de políticos y empresarios oportunistas, la
ciudad es nuestra y el ayuntamiento está para solucionar nuestros problemas y
no los de ese mafioso que os controla. Se pusieron manos a la obra y la
pararon. Mientras tanto, la marea blanca que se puso en marcha, en especial en
la Comunidad de Madrid, siguió trabajando, uniendo a profesionales de alta
cualificación como los médicos y algunos gestores, con trabajadores de todo
rango, pacientes y simples ciudadanos, (en especial los jubilados), para
conseguir en los tribunales que se acabara con la estrategia de hundir uno de
los mayores logros de nuestro sistema político y social, es decir la sanidad
pública, universal y gratuita, paralizando la privatización que había en marcha
en los juzgados. La marea verde de los profesores y estudiantes sigue ahí
defendiendo todos los días la enseñanza pública.
Aquí no se trata de hacer las
listas de forma más democrática, de lo que se trata es de dar alas a la
participación de la gente en las cosas públicas, abrir las puertas de lo
público a todos, porque es de todos. Claro que hay que elegir representantes,
hay que delegar para poder organizar las cosas, pero ese no es el fin, al
contrario, el fin es participar.
Así que no deberíamos caer en el
error de intentar dar una respuesta urgentemente, no sea que esa ansiedad nos
lleve a caer en los mismos errores que queremos enmendar, porque no sólo
podemos, sino que además, yo creo que sabemos.
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