La verdadera riqueza es tener
posibilidad de elegir. Las convenciones de los restaurantes con pretensiones,
por ejemplo, remarcan mucho el momento de la elección porque saben que así dan
al cliente sensación de poder: “¿Que va a tomar el señor de primero?”. “¿Quiere
la señora la carta de vinos?”. Para no estropear la magia de esas sensaciones,
cuando el camarero hace publicidad de los platos que a él le interesa vender lo
hace como si fuera una simple sugerencia para no echar por tierra la sensación
magnífica de la elección: “le recomiendo las cocochas de merluza, son
extraordinarias”. Lo hace porque el jefe de cocina le ha dicho que las venda,
que si no se consumen hoy mañana ya no van a estar en buenas condiciones, pero
el veterano camarero lo hace como si le estuviera descubriendo un secreto que
sólo él va a conocer: el secreto de las cocochas. En los buenos comercios
también tienen mucho cuidado con esto. Te meten lo que a ellos les interesa
pero siempre procurando que parezca que lo has elegido tú. De hecho, la
libertad es libertad de elección. Por eso tenemos tan poca libertad en esta
democracia simulada y diferida que tenemos. Sólo tenemos la libertad de votar,
de votar a los que ellos ya nos tienen elegidos.
Cuando uno piensa en lo poco que
ha podido elegir a lo largo de su vida se queda un tanto atónito de la poca perspicacia
que ha tenido. Se ha dejado llevar por la marea de las cosas, unas veces para
un lado, otras veces para el otro, y al final aquí estás sin saber qué demonios
es lo que querías porque nadie te lo ha preguntado. Claro que, no hay que
esperar a que te lo pregunten hay que tomar el toro por los cuernos y si te
equivocas, pues otra vez será.
¿Qué podemos hacer?
Escucha lo que dice hoy Umberto Eco en El País:
“Es lo que Aristóteles llamaba maravillarse, sorprenderse… La filosofía siempre comienza con un gran ohhh!” ¿Y el conocimiento es acaso como el viaje a Ítaca de Kavafis, un recorrido que no debe terminar jamás? “Sí, pero además el placer de conocer no tiene nada de aristocrático, es un campesino que descubre un nuevo modo de hacer un injerto; evidentemente, hay campesinos a los que esos pequeños descubrimientos procuran placer y a otros no. Son dos especies distintas, pero naturalmente depende del ambiente; a mí me inoculó el gusto por los libros de pequeño… Y por eso al cabo de los años soy feliz, y a veces infeliz, pero vivo activamente mientras que muchos viven como vegetales”.
Escucha lo que dice hoy Umberto Eco en El País:
“Es lo que Aristóteles llamaba maravillarse, sorprenderse… La filosofía siempre comienza con un gran ohhh!” ¿Y el conocimiento es acaso como el viaje a Ítaca de Kavafis, un recorrido que no debe terminar jamás? “Sí, pero además el placer de conocer no tiene nada de aristocrático, es un campesino que descubre un nuevo modo de hacer un injerto; evidentemente, hay campesinos a los que esos pequeños descubrimientos procuran placer y a otros no. Son dos especies distintas, pero naturalmente depende del ambiente; a mí me inoculó el gusto por los libros de pequeño… Y por eso al cabo de los años soy feliz, y a veces infeliz, pero vivo activamente mientras que muchos viven como vegetales”.
2 comentarios:
Hola!!!
De acuerdo totalmente. Tienes madera de disidente de tí mismo como yo...jajajajj.
Estamos en la misma onda.
Un abrazo.
Disentir siempre.
Pero también mirando alrededor para encontrar la belleza en cualquier cosa.
Un saludo
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