Durante la Edad Media la pérfida hembra era considerada por la Iglesia una fuente de pecado y poco más.
Sin embargo, hacia los siglos XI y XII, por el desarrollo económico que se
produce y el consiguiente desarrollo cultural, aparece el amor cortés: una
visión sublimada del erotismo que amplía el relato que se suele manejar hasta
entonces sobre las relaciones entre hombres y mujeres, que tiene su origen en
los poemas de los trovadores franceses y que se extiende rápidamente por todo
el continente europeo. A consecuencia de esto, la Iglesia Católica reacciona
contraponiendo la figura de la madre de Jesús, la virgen María, pues teme
perder parte de su influencia cultural a manos de los trovadores. Hasta esa
fecha parece como si nadie se hubiera acordado de que Cristo tenía madre, pero
es cierto que a partir de entonces el culto mariano se constituye en una parte
fundamental de la parafernalia católica.
Resulta difícil entender la
existencia de tantas vírgenes. Si la virgen es la madre de Cristo sólo habrá
una. Sin embargo cada pueblo, cada ciudad, cada barrio, tiene una virgen que
pretende que sea mejor que la de los otros. Antropológicamente esto denota una
cierta dificultad entre la gente para aceptar el monoteísmo y pone de
manifiesto lo permanente del politeísmo en la cultura popular. La jerarquía
católica sabe que esto va contra las bases mismas del credo cristiano. Lo saben
porque conocen los evangelios mejor que nosotros, pero ¿qué es lo que hacen?
Pues fomentan esta idolatría mariana que le da muchos frutos en forma de una
adhesión del pueblo a los viejos discursos religiosos, aunque esté encubriendo
lo que ellos mismos han denominado, (para separar el trigo de la paja y
diferenciar la fe verdadera, la cristiana, de las demás), como superstición.
Se dirá que a qué viene tanta
reflexión religiosa en un momento en que lo que nos preocupan son otras cosas.
Pues viene a cuento de que uno está harto de ver por todas partes los
prolegómenos de lo que será el próximo día 8 de junio la coronación canónica de
la Virgen de la Soledad de Badajoz. Viene a cuento de que uno lleva un tiempo
obsesionado con el hecho de que el desarrollo tecnológico no supone un
desarrollo humano ni social, una mejora cultural de nuestro entorno, sino que
por el contrario, se esconden muchos peligros en la sumisión fetichista a las
nuevas tecnologías que de forma acrítica asumimos. Viene de que me ha llamado
la atención un titular aparecido en la prensa católica local que dice: la Hermandad de la Soledad quiere emitir la coronación en pantallas gigantes.
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