Querer decir muchas cosas y apresurarse es mal método para la escritura porque la vuelve atropellada. Ayer publiqué una entrada que por no corregir lo suficiente estaba horrorosamente redactada. Ahora con más sosiego la he cambiado un poco. Ya es tarde y no espero que nadie pierda el tiempo en volver a leer lo que ya puse ayer, pero yo me quedo más tranquilo.
Recuerdo el día de la masacre de Atocha. El primer
sentimiento fue el de un gran dolor al comprobar que nos había tocado a
nosotros. Esas estaciones que uno conoce tan bien, por las que ha circulado a
menudo. Defensor a ultranza del ferrocarril y del uso del tren en las ciudades,
me gusta coger esos trenes de cercanías cada vez que tengo ocasión. Aquella
gente que iba a trabajar, jóvenes que iban a la universidad de Alcalá o a
Madrid. Fue horrible.
Por desgracia, en este país sabíamos ya entonces bastante
sobre terrorismo como para que enseguida empezáramos a ver cosas raras en lo
que había sucedido. La matanza de Hipercor en Barcelona fue un punto de
inflexión que hizo que la gente pasara de pensar en el terrorismo como una
guerra entre policías y terroristas a verlo como algo cuyas consecuencias podían
alcanzar a cualquiera. No son tan imbéciles los terroristas de la banda
como para no darse cuenta de que se estaba poniendo en contra suya toda la
población, incluida la del País Vasco. Así que, desde Hipercor, los atentados
se centraron de nuevo en la policía, extendiéndose además a los políticos que
se oponían a la independencia vasca, es decir: P.P. y PSOE. Así que una matanza
indiscriminada de cientos de personas que iban en los trenes, en su mayoría
gente de clase obrera, inmigrantes, jubilados, estudiantes, chirriaba un poco.
No porque la banda fueran un grupo de honestos luchadores más preocupados por
la ética que por el poder que pretendían conseguir, sino porque era ir en contra
de sus estrategias, modificando además el “modus operandi” habitual. De la
misma manera, no era normal que después de un atentado la banda no diera un
comunicado en la prensa abertzale o en un medio neutral haciéndose responsable
del atentado. No se gana nada matando a casi 200 personas si no es para hacerle
ver al estado que tienes una gran fuerza y que estás dispuesto a usarla si no
se atienden tus reivindicaciones. Esto se hace para hacerse notar, no para
ocultarse después.
Así que cuando a última hora de la mañana, la policía y la
investigación judicial, empezaron a decir que se trataba de un atentado de
radicales islamistas, la mayoría empezamos a verlo tan claro como el agua.
Recuerdo que a la salida del trabajo entramos a tomar una cerveza en un bar
que, por entonces, había enfrente de la oficina. Un señor mayor que estaba en
la barra estaba diciendo en ese momento que había sido cosa de ETA, me volví
hacia él y, aunque no le conocía, le dije: acaban de decir en la SER que ha sido
un atentado de extremistas islámicos. Él simplemente me contestó: no, ha sido
ETA. Así han estado diez años: negando la evidencia.
En esas cadenas bochornosas del TDT Party, (algunas de ellas
propiedad de la Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana), se preguntaban,
alguna con una encuesta de esas que hacen a la audiencia, si el 11-M fue
decisivo para que el PSOE ganara las elecciones. No deja de escandalizarme la
poca compasión cristiana que les queda a los miembros de ese rebaño. Porque lo
primero que hay que decir es que es una desvergüenza centrar las consecuencias
de la catástrofe del 11-M en la pérdida del gobierno del partido de la derecha
en lugar de en las víctimas que sufrieron aquel drama, los heridos, sus
familiares y sus personas queridas. Estamos hablando de mucha gente, hablamos
de mucho sufrimiento.
En segundo lugar, decir que la derecha perdió las elecciones
por causa del atentado es mucho decir. Los políticos, en general, se creen que la
gente es más estúpida de lo que lo es en realidad. Si los atentados del 11-M
fueran obra de ETA pensaba la derecha que sería más fácil ganar las elecciones,
porque ellos siempre se han presentado como la mejor baza para ganarles. Sin
embargo, la realidad es que la banda decidió abandonar la lucha durante el
gobierno de Zapatero, bajo la presión inmensa de la policía que dirigía
Rubalcaba. Eso es un hecho. Pero, volviendo a lo que nos ocupa, reconocer en
aquel momento que se trataba de un atentado islamista era reconocer que nuestra
presencia en la guerra de Irak, de la que tanto alardeaba el entonces
presidente Aznar, había sido la causa de que se atentara contra España.
Eso pudo influir en el ánimo del electorado, (quién lo
sabe). Pero de ninguna manera tenía el P.P. ganadas las elecciones el día 10 de
marzo ni las perdió el 11 de marzo por los atentados. Ya a finales de 2002 decía Julián
Santamaría (catedrático de Ciencia Política en la Universidad
Complutense y que ha dirigido varias consultoras de encuestas y el
C.I.S. en la época de Felipe González), que las elecciones del
2004 no estaban decididas y veía que las posibilidades de los socialistas
aumentaban día a día.
Pero quién de verdad, inclinó la balanza para que las
elecciones se decantaran del lado de la izquierda fue el propio Gobierno. Ya
nadie recuerda al entonces ministro de Interior, y no se le recuerda porque se
ocuparon de quitarlo de en medio y de que desapareciera de la vida política. Ángel
Acebes, fue quien puso en marcha la campaña para acusar a ETA de la matanza.
Acebes fue después secretario general del Partido Popular hasta 2008, fuera de
la escena pública y después se dedicó a hacerse rico con la salida a bolsa de
Bankia, junto con su amigo Rodrigo Rato, estando ahora imputado por “presunta
comisión de delito de apropiación indebida, falsificación de cuentas anuales,
administración fraudulenta o desleal, y de un delito de maquinación para
alterar el precio de las cosas”, según la querella presentada por UPyD. Este presunto
delincuente, es quien inició la campaña a favor de culpar a ETA de la desgracia
sucedida el 11-M. Él fue quien consiguió que muchos votantes de izquierdas, los
que teníamos muy claro que el PSOE no nos convencía lo suficiente como para ir
a votarle, lo hiciéramos de forma masiva aterrorizados con la posibilidad de
que a la desgracia del terrorismo siguiera la desgracia de la mentira
adueñándose de la vida pública de este país. Él fue quien consiguió que Zapatero
se hiciera con el poder en las elecciones celebradas al día siguiente de la
matanza de Atocha.
Lo que vino después fue una falacia, un intento durante diez
años de engañar a la opinión pública, que ha terminado cuando el partido de la
derecha ha recuperado el Gobierno de España. Esta inmensa manipulación contó con
la colaboración de “periodistas” cuya categoría ha quedado demostrada al
prestarse al juego de seguir señalando a ETA como responsable de los atentados
del 11-M, periodistas como Pedro J. Ramírez y Federico Jiménez Losantos.
Ayer decía esto Pablo Iglesias en CUATRO.
El siguiente vídeo de YouTube del año pasado, tampoco estaba mal.
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