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viernes, 11 de noviembre de 2011

Luiz Augusto de Abreu Sodré, fotógrafo.



Acabo de conocer la obra de Luiz Augusto de Abreu Sodré a través de la recomendación de una amiga común, quien me había dicho que era un fotógrafo muy bueno. He visitado su página http://saalsodre.typepad.com y compruebo que no es cierta la información de mi amiga: no es un fotógrafo, es un artista plástico que utiliza la fotografía como otros utilizan la paleta. Para Luiz Augusto la fotografía es una fuente de color, de volúmenes, de formas y de líneas, que le sirven para crear su obra plástica, con una clara intención constructivista. Sin embargo no se trata de una simple obra “decorativa”, llena de agradables motivos, aunque también. Es un artista plástico muy actual y por tanto, está de vuelta de una concepción del arte como una mera búsqueda de la belleza a través de las formas. Le gusta reflexionar con la cámara y con el trabajo de laboratorio con el que luego transforma las imágenes.
Luiz Augusto juega con las apariencias. Sabe, como Parménides, que la verdad no está en lo que ven nuestros ojos, ni en lo que se ha convertido en una convención, por eso mira más allá de todo esto buscando la raíz profunda de las cosas y del ser humano. Desconfía, con razón, de la cultura, de todo lo que es una opinión generalmente aceptada: tal cosa es bella y voy a hacerle una foto para que se sepa. Reniega de “la opinión de los mortales”. Para Luiz Augusto una iglesia barroca en Sicilia, una vieja ermita en Bretaña o las cristalera de los edificios de “La Defense” son  códigos de símbolos que hay que descifrar, pero también una manera de imponer su visión por encima del mundo que le rodea, una visión de Narciso, como dice en un autorretrato desvirtuado. Como muchos fotógrafos se acerca a las cosas, a los detalles, y así lo hace a una realidad que normalmente no vemos y que él nos la muestra, para a continuación modificarla a su antojo. Este “trabajo temático” como dicen los músicos, este tomar un tema y recrearlo, modificarlo, volver sobre él, (como hacía Beethoven), podría parecer un artificio, pero artificio honesto, hasta el punto de que en su página en la red nos da las claves de su trabajo, mostrándonos, por ejemplo, como la imagen de un soporte en un puente de Glasgow se combina consigo misma y crea una nueva realidad a partir de la existente. Otra cosa es el acercamiento piadoso hacia los seres humanos, que se muestran con más realismo. Parece como si Luiz Augusto, en el fondo, confiara en la gente, sobre todo en la gente humilde del Magreb, de la misma manera que desconfía de los textos, de las palabras, que son engañosas y que se utilizan para hacer que las personas se pierdan en los laberintos del lenguaje: signos fuera de su contexto, códigos perdidos. O tal vez, solamente siga jugando al escondite con los significados.

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